Mi concepción de un padrote cambió hace algunos años.
Juana Díaz
Solía usar este término para los gallos de «buena pelea» o cualquier macho que asegurara la continuidad de su especie. Hasta que llegué a San Juan de la Maguana.
En muchas de sus comunidades, es un zoomorfismo que se aplica al hombre que tiene muchas mujeres. Todas bien atendidas, con buena prole, y una amigable relación entre ellas.
Así las cosas, no es de sorprendernos que este fenómeno socio-cultural se extrapole a todos los ámbitos del país, incluyendo funcionarios, empresarios, hombres del vulgo y figuras presidenciales.
Sin embargo, debo aclarar que en el mundo animal, «menos inteligente que el del hombre», el padrote tiene que demostrar su poder con su físico, su capacidad para engendrar crías sanas y robustas y las peleas libradas por la hembra pretendida (válgame el antropomorfismo). En el caso de los humanos basta con que tenga dinero (suyo o del pueblo) para tenerlas a todas como «reinas».