La adversidad, una maestra ineludible
Por Ingrid Matos
Periodista de Pulso del Sur
¿Qué hacemos cuando nos enteramos de una mala noticia, una enfermedad catastrófica, una ruptura amorosa o en el peor de los casos la muerte de un ser querido?
Siempre que la vida nos confronta o pone frente a nosotros un momento difícil, por instinto natural queremos solucionar el conflicto lo antes posible o evadir dicha situación, desconociendo que a veces las bendiciones vienen disfrazadas de adversidades que debemos afrontar y superar para ser promovidos al siguiente nivel.
Es nuestro paso por la tierra tan efímero y transitorio que enfocarnos en lo negativo de una situación nos resta vida, nos enferma y nos paraliza de lo que es la esencia de la vida “Seguir hacia adelante”.
Innumerables proyectos surgen después de que a alguien lo despiden de su trabajo, alguien encuentra al amor de su vida luego de una ruptura amorosa y en algún lugar del mundo alguien se aferra dramáticamente a la vida luego de un diagnóstico de una enfermedad terminal inesperada.
Es en los pasillos de los hospitales, las salas de quimioterapias, las salas de emergencias donde aflora la esperanza, los pacientes y sus familiares invocan plegarias de oración revestidos de fe, siempre confiados en que Dios lo hará y que de ese infortunio surgirá un testimonio de sanidad.
Estos ejemplos evidencian que en los momentos más difíciles nos aferramos a una esperanza, un motivo.
Siempre he escuchado que los momentos y tiempos buenos hay que aprovecharlos porque los malos llegan solos, y esto es parte de la propia existencia.
Creo que la manera más empática de lidiar con la adversidad en abrazarla, saber que está ahí y que algo viene a enseñarnos.
A ti que me lees te recuerdo que no hay un problema sin solución, la dificultad solo viene a enseñarte de que estas hecho y lo que somos capaces de gestionar desde esos momentos en que es imposible ver la luz al final del túnel.
Me despido con una frase del escritor francés Joseph Ernest Renan “Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca estériles.”