
Un país bajo agua, una infraestructura al límite
Por Wellington Pérez
La tormenta tropical Melissa azotó República Dominicana con una intensidad que dejó al descubierto profundas carencias estructurales y sociales. Más de 1.1 millones de personas se vieron afectadas por la suspensión del servicio de agua potable, mientras 52 acueductos quedaron fuera de servicio, según el Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados (INAPA).
Las lluvias torrenciales provocaron deslizamientos de tierra, inundaciones urbanas y rurales, y dejaron incomunicadas a varias comunidades. El Centro de Operaciones de Emergencias (COE) mantuvo 12 provincias en alerta roja, incluyendo Santo Domingo, San Cristóbal, Barahona y San Juan.
Viviendas vulnerables y refugios insuficientes
La tormenta evidenció la fragilidad de las viviendas en zonas de alto riesgo. Muchas estructuras no resistieron las ráfagas de viento ni el volumen de agua acumulada. En Santo Domingo Este, por ejemplo, se registraron más de 177 mm de lluvia en un solo día.
Al menos 61 personas fueron trasladadas a albergues temporales, lo que refleja una limitada capacidad de respuesta ante emergencias. La falta de refugios adecuados y de planes de evacuación eficientes agravó la situación de cientos de familias.
Cortes eléctricos y comunicación interrumpida
Melissa también dejó sin electricidad a múltiples sectores del país. En Santo Domingo Norte, un hombre de 79 años perdió la vida tras ser arrastrado por una cañada, un trágico reflejo de la falta de infraestructura segura y de sistemas de alerta temprana efectivos.
Lecciones urgentes para el futuro
La tormenta Melissa no solo fue un fenómeno meteorológico, sino un espejo que reflejó las debilidades de un sistema que necesita reformas urgentes. Desde la planificación urbana hasta la gestión de recursos hídricos y la preparación ante desastres naturales, República Dominicana enfrenta el reto de fortalecer su resiliencia.



