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EL SUR, MI MONTE GRANDE.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
como duele un costado lastimado
como debe doler el dolor de parto, 14359015_10154117115931492_8148253047175783604_n
con alegrías, esperanza y… llanto.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
como un puntillazo en el ombligo
cuyo irremediable cordón herido
yace en la tierra que lo ha parido.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
y su absurda miseria de derechos
siempre polvoriento, siempre lejos
a la hora del reparto de los sueños.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
con su espera tan vieja, tan presa
tan escurridiza, tan rota, tan seca
que la sed te abrasa de solo verla.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
tan manso como un buey cansado
ya sin su ingenio, ya tan golpeado
que rumiando desanda sus pasos.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
con sus afanes de loca de pueblo
que sola deambula, sola y riendo
de sus recuerdos y sus misterios.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
tan huraño, tan Monte, tan Grande
presa de la indolencia inconfesable
de pillos, demagogos e inmorales.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
con sus viejas promesas a cuestas
su procesión perenne de tristezas
y esa sonrisa tan seria que apena.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
y su gente como tallada en piedra
curtida a pleno sol, a plena tierra,
como soldados en frente de guerra.

Toda mi vida me ha dolido el Sur
con su longeva y frustrada espera
siempre solapada, siempre presa,
en un Monte Grande de promesas.

Rafael Pineda

Wellington Pérez

Egresado como periodista de la Escuela de comunicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Cuatriboliao, Minoso y más Cabraleño que una Cachua o una Viejaca.

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