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El ADN de Cimarrones reconstruye el viaje a América de los esclavos

El Archivo de Indias está lleno de albaranes que documentan el aberrante mercadeo de los cerca de siete millones de africanos que hicieron posible el crecimiento de los países europeos durante la colonización de América, entre los años 1526 y 1875. Secuestrados, encerrados y embarcados en África rumbo a un mundo desconocido para trabajar como esclavos. Eran hombres fuertes en su mayoría -vendidos al mejor postor en subastas de seres humanos- cuya historia está poco estudiada. Hasta la fecha, sus orígenes aún no han sido reconstruidos y muy poco se sabe de los poblados en los que habitaban, como seres libres, antes de vivir el tormento de la esclavitud.15099061674186

Lo que sí se sabe bien es que algunos de los que sobrevivieron al viaje y al duro trato que recibieron, se rebelaron en grupos y escaparon a la selva. Son los llamados cimarrones, noirs marrons o, como se dice en su lengua criolla, bushinengues. Formaron comunidades conocidas como palenques o quilombos, con su propia organización social, en los que establecieron sus leyes y costumbres, un microcosmos a semejanza de lo que habrían sido sus propios pueblos, aunque adaptados a un lugar extraño en el que fueron forzados a sobrevivir.

Casi cinco siglos más tarde, los cimarrones han encontrado ahora a uno de sus aliados en César Fortes-Lima, un joven antropólogo portugués afincado en París cuya familia procede de Cabo Verde. El científico dedica su trabajo a esclarecer y deshacer el camino que recorrieron los noirs marrons desde sus tierras natales en África. Con la genética como herramienta, el grupo francés de científicos del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) liderado por Fortes-Lima, desentraña y compara el ADN de las poblaciones de dos continentes, para llegar a responder dónde y cuándo ocurrieron los hechos.

«El estudio reconstruye los vínculos a ambos lados del Atlántico», asegura a Papel Fortes-Lima. ¿De dónde procedían estas pobres gentes antes de ser capturadas y embarcar? ¿Con quiénes se relacionaron y formaron familias? ¿Qué ha sido de ellos? Estas son las preguntas que han formulado y cuyas respuestas acaba de publicar la revista científica American Journal of Human Genetics. En el trabajo también ha participado el genetista forense español Antonio Salas Ellacuriaga, de la Universidad de Santiago de Compostela, que lleva 17 años consagrados a la antropología del tráfico de esclavos.

Fortes-Lima y sus colaboradores han analizado más de cuatro millones de marcadores genéticos (pequeños fragmentos de ADN) de 107 personas de Sudamérica y 124 del África Oriental. Las muestras las obtuvieron de las etnias Aluku, Ndjuka, Saramaka y Paramaka, que habitan en la Guayana Francesa y Surinam, de individuos afrobrasileños de Río de Janeiro y de afrocolombianos de los departamentos de Antioquia y Chocó. Las muestras africanas proceden de las tribus Fon, Bariba y Yoruba (de la República de Benin), Ahizi y Yacouba (de Costa de Marfil) y Bwa (de Mali). Estos datos se suman a los del proyecto internacional que recopila la Base de Datos Transatlántica de Comercio de Esclavos, también consultada en este trabajo.

El relato extraído del ADN completa la historia que cuenta el Archivo de Indias. Los noirs marrons de Surinam y la Guayana Francesa conservan casi intacto su genoma original. En ellos la ascendencia africana es de un 98%, lo que los convierte en verdaderas joyas genéticas debido a siglos de aislamiento. Conservar esa herencia no es sencillo. Para mantener tal grado de autenticidad, se necesita una población relativamente grande y con costumbres culturales que eviten casamientos entre familiares, a fin de evitar la endogamia. Según un censo llevado a cabo en Surinam, estas comunidades podrían formar un núcleo de 100.000 habitantes repartidos en diferentes poblados. «Han permanecido relativamente aisladas pero no presentan patrones endogámicos», cuenta Fortes-Lima. «Además no son poblaciones que practiquen matrimonios consanguíneos. Las comunidades son bastante grandes. Están en contacto unas con otras. Viajan en canoa a lo largo del río y tienen libertad para conocer a diferentes personas de otras comunidades», añade.

Además, estos grupos tan peculiares de la región menos conocida de Sudamérica han preservado un lenguaje único que contiene trazas de sus orígenes africanos. La música y muchos otros caracteres socioculturales aún perviven en ellos como reliquias ancestrales. «La manera en la que tocan los tambores y la propia forma de estos instrumentos también se asocia a poblaciones de África. Han conservado tanto rasgos genéticos como lingüísticos y culturales», explica el antropólogo.

Siguiendo las similitudes que ofrecen los análisis de ADN, Fortes-Lima y sus colegas han podido desenmarañar una hebra que les ha llevado hasta el Golfo de Benin, en la costa de África Occidental. La lengua criolla sudamericana de los noirs marrons además coincide con el idioma africano Gbe de esa zona, por lo que plantean este lugar como el origen de los esclavos que escaparon en Surinam y Guayana Francesa.

«Hay documentos sobre los lugares donde embarcaban los esclavos, pero existen menos datos sobre qué poblaciones estuvieron involucradas en el comercio de esclavos y de dónde venían. Decir qué numero de esclavos viene de un puerto de embarque no te dice mucho de qué grupos étnicos eran. Nuestro estudio identifica estas poblaciones», cuenta Fortes-Lima. «La genómica tiene un gran potencial para recuperar la historia perdida de los descendientes de los esclavos que fueron llevados a América», recalca Antonio Salas a este periódico.

En la actualidad, muchas comunidades noirs marrons han conseguido independizarse y firmar tratados de paz para garantizar su independencia política y tierras por parte de gobiernos europeos. «El pueblo caboverdiano consiguió la independencia de Portugal en 1975. La historia de la formación de ambas poblaciones está estrechamente ligada a la trata de africanos esclavizados de distintas procedencias, cuyos lazos familiares fueron forzosa y dolorosamente fracturados. Como yo, actualmente sus gentes buscan conocer mejor su historia y sus orígenes en África», concluye el antropólogo César Forte-Lima.

Fuente: http://www.elmundo.es

Wellington Pérez

Egresado como periodista de la Escuela de comunicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Cuatriboliao, Minoso y más Cabraleño que una Cachua o una Viejaca.

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